El lanzamiento de la cadena MTV en 1981 no sólo revolucionó el mundo de la música, convirtiendo a los videoclips en su propio arte, sino que también afectó directamente al mundo del cine. A lo largo de los años 80s y 90s, antes de que decidieran ignorar su propio nombre y sólo pasar realities, MTV puso en la palestra a varios realizadores que inevitablemente dieron el salto al ecran. Entre estos nombres están el celebrado David Fincher y el menos celebrado Michael Bay, por dar dos ejemplos; nombres que probaron que el marcado y muy moderno estilo de un videoclip era aplicable en el cine.
Pero incluso antes de Fincher y Bay, hubo otro nombre que marcó la pauta: el australiano Russell Mulcahy, quien empezó haciendo videoclips cuando el nombre aún no existía (sólo eran compilados de imágenes), trabajando con artistas como AC/DC en la época de Bon Scott, Sex Pistols y Paul McCartney en su etapa solista. Mulcahy se apuntó un hito al dirigir el clip de Video Killed The Radio Star de The Buggles, el video con el que MTV abrió fuegos en el 81. A este, le siguieron trabajos con Duran Duran, Rob Stewart, Elton John y un largo etcétera.
Tras estadías en Inglaterra y Estados Unidos, Mulcahy volvió a su natal Australia para dirigir el que es ahora un clásico de aquel particular subgénero llamado ozploitation (cintas de terror/acción clase B muy enmarcadas dentro de su desértico territorio): Razorback (1984). En su momento fue descrita como “Tiburón en tierra firme” y de hecho, hay un jabalí salvaje y carnívoro del tamaño de una cuatrimoto persiguiendo y devorando a pobres humanos; pero el verdadero villano aquí es el inhóspito outback australiano y Mulcahy, junto al director de fotografia Dean Semler, lo muestra como otro planeta, otro universo, con unas imágenes muy impresionantes para una película de bajo presupuesto, algunas dignas de postal; un lugar desconocido, lleno de mística, donde las reglas de la realidad normal no aplican y donde todo te puede matar, desde un jabalí hasta los dos locos que cazan canguros para hacer comida para perros. Tanta impresión causan las imágenes de Mulcahy, que el gran cerdo, la estrella del show, pasa a ser un secundario.
Esta modesta película le valió a su director la entrada a Hollywood y desde el primer minuto de Highlander (1986), se nota que Mulcahy quería impresionar a todos. Echando mano de todos sus trucos videocliperos - cortes rápidos, travellings interminables, filtros de todo tipo, iluminación a la máxima potencia, esas máquinas de humo que parecían estar por todos lados en los 80s - el australiano entregó este clásico de culto, la saga de unos inmortales que se enfrentan a través de siglos porque “sólo puede haber uno”.
Dejando de lado la falta de lógica en tener al francés Christopher Lambert haciendo de escocés, mientras que el escocés Sean Connery hace de español (sólo te das cuenta porque dice “pendejo” un par de veces), esta pequeña gran película, animada por una soberbia banda sonora de Queen (quien no quiere salir a conquistar el mundo tras escuchar Princes of The Universe), dio pie a una franquicia que incluye cuatro secuelas y un par de series de televisión. El duelo entre Connor McLeod y el sádico Kurgan (Clancy Brown, vestido como un fan de los Misfits, es uno de los grandes villanos de la década) hasta hoy resulta muy entretenido debido al enérgico estilo de Mulcahy; es una película ochentera que ha sobrevivido al paso del tiempo.
De aquí en adelante, Mulcahy pasó de un proyecto a otro; tal vez nunca ha alcanzado el mismo nivel de Highlander, pero ha podido aplicar su colorido y enérgico estilo a diversos géneros. The Shadow (1994) es una adaptación del héroe de las tinieblas creado en 1931, un claro antecesor de Batman y que habitualmente aparecía en las revistas pulp de la época, impresas en papel barato y llenas de historias de detectives y ciencia ficción. Mulcahy recreó al detalle una Nueva York de época repleta de misticismo oriental y diseños art deco, capturando fielmente el espíritu de los cómics de antaño; sin embargo, la película no encontró su público y fue vapuleada por la crítica, aunque con el renacimiento del género del cómic, hoy por hoy ha sido revalidada por ciertos fans.
Resurrection (1999) corrió la misma suerte; un oscuro policial sobre un asesino en serie que mutila a sus víctimas para recrear el cuerpo de Cristo en la cruz, no es más que un torpe aunque interesante remedo de la superior Se7en: Pecados Capitales (1995) de David Fincher, que inevitablemente dio pie a más de un imitador. Fincher creó un macabro clásico contemporáneo y aunque Mulcahy utilizó todos los ángulos de cámara y filtros que se le pudieron ocurrir, su esfuerzo palideció al costado; parecía que el pupilo había superado al maestro.
El australiano tampoco ha sido ajeno a los trabajos por encargo; es así como detrás de Resident Evil: Extinction (2007), tercera entrega en la interminable serie supuestamente basada en el videojuego pero que en realidad es un a ratos efectivo aunque incoherente vehículo de lucimiento para Milla Jovovich. La secuela de Mulcahy es la que menos tiene que ver con los juegos y contra todo pronóstico, es la más decente dentro de una serie que nunca ha apuntado demasiado alto; la decisión de convertir la saga zombie en un filme post-apocaliptico que algo de inspiración le debe a Mad Max (1979) es tal vez su mejor carta de presentación.
Mulcahy no ha tenido la mejor de las suertes en el cine luego de Highlander; de Talos: Tale of The Mummy (1998), cinta de terror con la afamada criatura de los vendajes, sólo se puede decir que fue totalmente opacada por La Momia (1999) de Stephen Sommers, lanzada un año después y más cercana a una aventura de Indiana Jones que a cualquier cosa terrorífica.
Era de esperarse que Mulcahy terminaría trabajando en televisión, donde hasta hoy ha disfrutado de una saludable carrera. Sus cuatro contribuciones a la recordada antología Cuentos de la Cripta hasta hoy están entre los mejores capítulos de aquella gran serie, relatos alucinados que tienen desde leñadores y jueces sádicos hasta Bill Paxton comiendo barras de mantequilla como si fuesen caramelos. En su séptima y última temporada, el Cryptkeeper llevó sus historias macabras a Europa cuando la producción se trasladó a Reino Unido, tal vez en un esfuerzo de renovar su creatividad (y ahorrar costos); según muchos fans, el resultado fue un desastre, aunque Mulcahy se las arregló para sobresalir con una sencilla historia sobre un ladrón escondido en un hotel y sufriendo de alucinaciones progresivamente más grotescas.
En los últimos años, Mulcahy ha vuelto a trabajar en su natal Australia otra vez; entre sus créditos está el producir Bait (2012), cinta sobre tiburones en un supermercado (el tipo de premisas que se venden solas) y dirigir, biografía de Errol Flynn, el protagonista de varias cintas de aventuras del Hollywood clásico (para muchos, es el Robin Hood por excelencia).
Luego de pasearse por todos los géneros, desde el terror hasta la acción, Mulcahy es un veterano del cine y además uno de los pioneros del videoclip moderno el que le abrió las puertas a tanto director que decidió dar el salto desde la música al cine; Fincher, Bay y nombres más contemporáneos como Mark Romanek, Floria Sigismondi o ese algo conocido como McG le deben bastante.
Por Ernesto Zelaya
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